miércoles, noviembre 16, 2011

Joseph Beuys, la promesa del arte, lo que el arte hace a los jóvenes.

No el arte, un especializado acercarse a un quehacer sino la creatividad como campo total de la libertad humana, como realización de esa libertad. Lo estético se hace ético. El arte se aúna a la vida. La realización de la libertad procede de cada hombre devenido en artista, es decir, aquellos en quienes sus facultades creativas se abren, son reconocidas y se perfeccionan. El cuerpo social todo es convocado en esta nueva celebración porque sus acciones dejan de ser meros actos de supervivencia para transformarse en los signos vivientes de su libertad. Cada acción, cada esfuerzo es la realización de esa energía liberadora. Habrá siempre un desplegarse de la creación, el sudor y la sangre harán de cada ser uno que se encamina hacia su libertad. El trabajo no es trabajo ciego sino sentido. El cuerpo social todo encarnará una fuerza viviente, una escultura social liberadora. Quisiera ver una muchedumbre así en continua actividad, hallarme en un suelo libre en compañía de un pueblo también libre.
Un mesías, una promesa de vida y libertad, el museo se transforma, el aula de clase; adquieren la forma de una revelación. Un rito que encarna lo inefable, el sentido. Una voluntad por fin redireccionada hacia la realización.
La educación es el punto de partida para esa renovación y participación, el salón de clase abrirá en primera instancia ese espacio de lo creativo que debe acontecer. El profesor oficiará ese paso en que lo creativo se despliega, sus palabras serán los signos de esas acciones que comenzarán a transmutar las conciencias. El aula ideal de esa Universidad Libre en realidad es inexistente, opera en la palabra, en el gesto del maestro, del artista, en su oficio estético. Transformado el ejercicio docente se inicia la verdadera revolución, el despliegue de esa creatividad en que cada conciencia recupera su voluntad de autodeterminación y de autogestión, el aparato educativo liberado por fin de las redes del estado. De su control y su ley.
Un nuevo templo acoge al hombre libre, al artista, un templo itinerante, prácticamente incorpóreo, pero consistente, su consistencia es esa red social solidaria. Un cuerpo de palabras transformadas en los signos de esa acción artística.
Retoma el cauce de la vida, de la tierra, retoma sus fuerzas curativas. La defensa de la tierra se hace acción política.
En la creación se habrá transfigurado esa fuerza de la vida, no son simples objetos, ni vanas teorías. Es de nuevo la palabra encarnada. En el dibujar se hacen visibles esos gestos del pensamiento, no son simples líneas. Nada es lo que aparenta ser. Existe un más allá. Pensar es ya una obra, una que encarna el ente social transformado en escultura, en la medida de ese despliegue interdisciplinar al que dará origen su quehacer. Se habrá transubstanciado en el cuerpo social. El arte, transubstanciado en pensamiento, dará comienzo a la libertad, un más allá de los límites. El cuerpo social encontrará por fin su fuerza de transformación y será posible porque en cada uno habita el arte, cada uno habrá de devenir arte, creación.
El arte es político en la posibilidad de esta reorientación académica de la creatividad como espacio de investigación multidisciplinar. Es la educación y no lo económico donde comienza la lucha política de una nueva ciencia, no una ciencia material que cifra sus expectativas en la reivindicación económica, haciendo imposible la sociología, sino una verdadera ciencia antropológica que libera el espíritu y despliega su voluntad, su forma de organización.
Lo que aprisiona la creatividad no es la falta de oportunidades sino ese tejido agresivo de la competencia para el éxito. La universidad libre descubre, investiga y desarrolla ese potencial. Una creatividad para todos. La promesa de un arte para todos, de un arte que otra vez, se acerca a la vida. Se hace vida. Acción. En el principio era la acción. Un arte libre que no es mercancía ni mercado sino voluntad creadora. Libertad. Liberación. No es un ente material, ni siquiera un objeto. Sino una acción. Un cuerpo social. Un ritual compartido por el ente social. Una escultura. Ninguna transacción podrá dar con él. Ninguna valoración en tanto él es todas sus valoraciones y teorías. Autocontenido en sus signos. Siempre en potencia de la posibilidad de esa gestación. En la creatividad democrática debe ser descubierta la razón de las cosas.
Esa universidad sin sede es el espacio social en procura de la verdad, en procura no de una especialización de saberes y acciones, sino en la creación de un espacio solidario, propagador del sentido y el espíritu democrático, un quehacer abierto y desinstitucionalizado, contra la ley, accesible a la esfera pública.
Las palabras del chaman-artista adosado con su traje invariable, un sombrero de fieltro, un aire de Kafka, abatido y hambriento, un chaleco con múltiples bolsillos, un pantalón vaquero, unas tirantas; el atuendo para la expedición social. Antroposofía, la ciencia de la libertad. Un artista-profesor. La docencia deviene arte y no el espacio del fracaso rotundo. Un tablero mágico. El aula de clase se hace el espacio que dará nacimiento a un nuevo estado humano, el florecimiento de su libertad. En realidad no hay paredes ni un escalón en que el profesor diferencie su estatura intelectual, su ética. Sin competencia, todos son llamados a la creación. Todos habrán de llegar. No habrá elegidos, ni posiciones diferenciales, ni réditos, ni créditos. No habrá mercado, sino vida espiritual. Creatividad. Todo entrará en circulación. Camino hacia todos los lugares. Todo en procura de un constante estímulo. Sin nombres, sin éxito, sin elegidos, sin propagandas, sin políticas culturales, sin industrias culturales. Sólo el espacio democrático de un arte solidario. De un arte libre. De la vida y su sentido y su ley. De un arte contra la ley.
Es el sueño del trabajo. El sueño de la Democracia. Es la promesa de la libertad. Atrás la alienación. El mundo miserable de la mercancía. De lo material. El imperio de la procrastinación. Sólo merece la libertad, lo mismo que la vida, quien se ve obligado a ganarla todos los días.
Un compromiso de docencia, -dice Liz Christensen, curadora de la muestra organizada por el Deutsche Bank-, en la línea de esa idea experimental de Beuys, no es una exhibición, es su espíritu. Danilo Dueñas -y sus seis estudiantes prominentes-, no es la versión suramericana de Beuys, sino una suerte de segunda generación que encarnan su esfuerzo y su valor.
La escena, una sala cultural de un Banco emisor en una ciudad latinoamericana, espacios del arte contemporáneo, espacios de la Cultura de la Democracia. El público, jóvenes que quizá no entiendan de qué trata todo esto.
Claudia Díaz, noviembre 2011.